jueves, 23 de agosto de 2007

Menstruation

Que me expliquen esa necesidad enfermiza de las madres de querer contarle a Dios y a María Santísima que “¡la nena es señoriiiiita!” Por un momento se olvidan de la palabra “discreción” y eufóricas salen al mundo a dar parte de lo que para ellas constituye el acontecimiento del milenio. Y hasta el verdulero se termina enterando… No pueden cerrar la boca ni a cachetazos, ni siquiera las detiene la cara roja de vergüenza de la víctima que se pregunta qué es lo que vamos a festejar si me estoy desangrando como un chancho. Y después hay que aguantar las felicitaciones de toda la parentela, vecinos, amigos y conocidos recientes que se han sumado al baile sin saber por qué, y una tiene que poner cara de “ya-soy-señorita-y-qué-feliz-me-siento” tomando conciencia de que a partir de ahora nada, pero nada nada, será igual.
¿Por qué no habré nacido hombre? Si los hombres no menstrúan, no tienen que parir, no se depilan (bueno… algunos sí, pero todavía son la excepción)… Si tienen un harem son “re capos” y nadie los tilda de “prostitutos”, no se ponen tetas, con un buen traje lo arreglan todo y no necesitan vestidos de diseño ni una inversión millonaria en maquillaje y cremas anticelulíticas.
Sí, menstruar me pone los pelos de punta. Mamá le contó a todo el mundo y yo morí de vergüenza. Pensar que Patricia P se desesperaba porque a los quince años todavía seguía sin novedad… Pero lo de Araceli H fue peor. Pidió permiso para ir al baño en plena clase de Geografía y al cabo de cinco minutos entró al aula pegando alaridos, envuelta en llanto, inconsolable… “Ara, ¿qué pasó? ¿Te lastimaste? Tenés rojo ahí…” Entonces supimos que más temprano que tarde todas terminaríamos igual. Y la mirábamos raro a Araceli, porque “eso” la hacía distinta.
Entonces no se me ocurría que algún día podría escribir sobre esto y reírme y hasta evocar con ternura el momento en que me puse el primer tampón, que quedó a medio camino y me hizo sufrir dolores espantosos como si me estuvieran violando.
Entonces sólo pensaba que menstruar era un castigo. Ahora también, pero de a poco le voy tomando cariño.
Y ahora que lo pienso bien, el día que tenga una hija… la podría bautizar MENSTRUACION.

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