viernes, 7 de marzo de 2008

Las historias de Don Manuel

Don Manuel tenía la virtud de recitar poemas larguísimos y entretenidos que había aprendido en sus años mozos, hacia fines de siglo... (del siglo XIX). En las reuniones familiares, los chicos nos sentábamos en ronda a sus pies y, paralizados de fascinación, nos deleitábamos escuchando aquéllas historias rimadas que adornaba con inflexiones y ademanes, todo en un perfecto español.
“El tren botijo” era uno de sus poemas favoritos. Hablaba de un “viajante
de comercio” que se aventuraba en uno de esos trenes baratos por territorio español y relataba cómo se iba poblando su vagón con gentes de diversas extracciones, portadoras de sombrereras, jaulas, baúles… en fin, un sinnúmero de objetos molestos que tornaban insoportable la larga jornada.
El viajante entablaba conversación con un señor que se quejaba de la falta de lluvias con frases como “un cielo eternamente empeñado en hacernos ver las estrellas”, ante lo cual el viajante preguntaba “¿Será usted labrador?” y el hombre, indignadísimo, respondía: “No señor. ¡Soy paragüero!”.
Acá empezábamos a estallar en carcajadas, grandes y chicos.
Cuando volvía la calma, Don Manuel retomaba el hilo del relato narrando las crecientes incomodidades del viajante que, para mitigar el aburrido traqueteo, gustaba de conversar con los pasajeros. Hasta que en un descuido, la jaula de las gallinas caía sobre una fiambrera y comenzaban los gritos, las bofetadas y los pellizcos.
“Como saldo de aquel combate, yo saqué un ojo como un tomate” se lamentaba el viajante, concluyendo que pese a lo económico del pasaje “No me cogen ni con anzuelo. Yo, en tren botijo, no voy ni al cielo”.
Y aquí el cerrado aplauso de la familia que, entre risas y gritos, llenaba de besos a un abuelo contento y risueño que, una vez más, se lucía entre la concurrencia desempolvando historias rancias de su juventud.

3 comentarios:

Luciano dijo...

Bueno, para mi no son rancias, son fresquísimas. La confusión del labrador por paraguero es perfecta.

Menta Ligera dijo...

Cierto... Como sera que nos reunimos en familia y seguimos riendonos de los mismos chistes, recordamos parrafos enteros... Ah, lo que se pierden las nuevas generaciones.

Luciano dijo...

Entonces hacete una cápsula del tiempo, recreá las historias, escribilas.