viernes, 8 de mayo de 2009

Not for me

Las noticias vuelan… Si no, pregúntenle al portero cómo de la noche a la mañana se enteró de mi aversión al volante y ahora me aprisiona en el ascensor con el firme propósito de convencerme de las bondades del arte de manejar. Hasta me ofreció su auto “que tiene caja automática” para empezar a practicar, hasta que me acostumbre y pueda entrar al reino de la palanca de cambios.
Bueno… no es un portero cualquiera, es el mandamás del edificio donde trabajo, un anciano de edad incalculable que sabe todo de todos, tano del Norte, orgulloso y
cascarrabias pero de buen corazón, viste trajes Christian Dior que el consorcio paga sin rechistar y se pasea en un Mercedes bien bonito al que cuida como a un hijo bobo.
Ahora está empeñado en enseñarme a manejar, como si fuera su última misión en esta tierra…
¡Pero a mí no me gusta manejar! No quiero, no me sale, carezco del talento y la paciencia, encadénenme a un piano ocho horas al día con los estudios virtuosos de Moszkowski y juro por essssta que no emitiré la más mínima queja aunque se me agarroten los metacarpos, pero manejar ¡no, no y no!
Está claro que si soy víctima de un embotellamiento en plena avenida metropolitana, agarro la cartera, el portacosméticos, el paraguas y un libro, me bajo del auto, trabo las puertas y me voy a pié. Y que se lo lleve la grúa, esas cosas no son para mí.
¿Estacionar? No sé qué quieren decir con eso, no entiendo la marcha atrás, no sé cómo hay personas que pueden maniobrar milimétricamente y encastrar el auto donde no cabe ni un alfiler. Podrían pasar horas hasta que logre acomodarlo a un metro del cordón, sudando la gota gorda y vociferando a los cuatro vientos, y después me atormentaría la idea de no poder sacarlo de allí y lo odiaría con toda el alma, me imagino pateando las cubiertas en pleno ataque de
histeria, pegando carterazos en el capot, llorando a moco tendido contra la ventanilla empañada porque soy incapaz de hacer algo tan sencillo como “manejar un auto”. Guaaaaaa!!!!!
Tuve muchos maestros, algunos muy buenos, el último quizá fuera el mejor, o por lo menos el más paciente, pero rehusé de plano sentarme al volante de su auto caro. Manejar es misión imposible para mí, ni siquiera siento la tentación, no es normal, no soy normal…
What a fuck! No sé qué será de mí, mañana toca intentarlo otra vez y no se me ocurren excusas para echarme atrás.

3 comentarios:

Luciano dijo...

Porque el auto se convierte en una extensión del cuerpo. Los hombres principalmente se adaptan muy rápido a esa idea, a las mujeres les cuesta un poco más ir sincronizadas con la armadura aunque son más prudentes porque no estan nubladas por la testosterona (o entienden cual es el precio a pagar por semejante aberración o, como en el patio del jsrdín, miran con sabiduría y resignción las trayectorias catastróficas de los varones), pero el concepto es dejar de ser un humano de carne y hueso para llegar a serlo de metal. De goma y giles ya venimos. He ahí el chiste.

maga dijo...

Veo que te volvio el humor al cuerpo. Congratulations!!! Si no aprendiste hasta ahora es porque los maestros no fueron tan buenos...... Nunca es tarde y algun dia lo vas a tener que hacer, no seas boba.

Menta Ligera dijo...

Luciano,
No lo habia pensado de ese modo, ahora me cierran muchas cosas..

Maga,
Los maestros eran buenos, soy yo que me niego a aprender.. Si, algun dia lo hare.