domingo, 30 de agosto de 2009

Déjà vécu

Domingo muy temprano a la mañana.
Una seguidilla de bostezos sirve para aflojar las mandíbulas, mas no lo suficiente para vocalizar decentemente, la boca con sabor a café, una leve brisa que juega con mis cabellos y me acerca el aroma de las primeras floraciones… No hace frío y el cielo resplandece en delicados tonos de azul claro.
Déjà vu… Déjà vécu…
El camino de casa a La Papelera es largo pero no cansa. Voy tarareando los compases de mi
“solo”, en especial los mordentes del último número que todavía entono insegura, y pienso que es demasiado temprano para cantar, demasiado temprano para cualquier cosa que no sea remolonear en la cama hasta que el sol esté bien pero bien alto.
El maestro S propone y dispone, y no hay derecho al pataleo. Esta vez decidió que el ensayo general es casi de madrugada y es seguro que será el primero en llegar.
La Papelera es ahora una especie de galería de arte, café concert, bar temático… No sé bien cómo definirlo pues reúne elementos variados que hacen un todo bastante aceptable, aunque de la antigua fábrica sólo quedan las persianas y las bellas columnas que enmarcan el actual escenario. Bonito lugar.
El ensayo comenzó a horario. Primero los solistas y el continuo, más tarde el coro, la orquesta con sus instrumentos de época, el incómodo vestuario…
Se notaba el malestar, especialmente entre los coreutas que siempre encuentran de qué quejarse al tiempo que descuidan el estudio de las “partes difíciles”, y el maestro S grita como un loco y desespera, siempre desespera y entonces se le encrespa la cabellera y camina como tigre enjaulado de un lado a otro, las manos en la cintura, la mirada inescrutable, rabioso. En ese momento es mejor no hablarle, si uno no quiere terminar con la batuta incrustada en un ojo.
Al cabo de cinco arduas horas de ensayo casi ininterrumpido, dio su veredicto. Lo hizo en el tono
consternado y rencoroso de los niños a quienes se niega un capricho. Porque Cavalieri es su capricho, otra joya renacentista desenterrada de vaya a saber dónde que el maestro pretende hacer brillar ante los ojos de un público que lo sigue considerando un genio loco. Y esta vez no está conforme con la puesta, nada conforme. Es por eso que decidió, no sólo postergar el concierto, sino pasar tijera a las partes que considera impracticables y aburridas.

“Confío en que nadie se ofenda pero tendré que prescindir de algunos solistas. No sé, tengo mucho que pensar. Consideren que ha sido una buena experiencia, un desafío, si se quiere… En fin, ya les avisaré”.

Yo sabía… Fue como hundir los pies en un balde con rolitos. ¿Qué hago ahora con mi INTELLETTO? Tanto que estudié y “relajé” y “respiré”… ¡Me corto las venas con una hoja de lechuga si me saca el personaje! Pero no, no creo, a lo sumo lo rapará un poco. En el fondo soy su debilidad, lo sabe y lo sé.
Ya veremos…



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