sábado, 22 de agosto de 2009

Entrevista con la vampira

-Yo me acuerdo de vos. Sí, sí… Eras chiquita cuando entraste al coro, estabas siempre sola y te sentabas en el fondo. Claro que me acuerdo.
-Sí… En aquel entonces no encajaba con el grupo, quizá por la diferencia de edad.
-Una vez quise hablar con vos pero justo se te acercó el maestro y preferí no intervenir. Te prestó un libro ¿no? ¿Qué libro era? ¿Te acordás?
-¿Libro? No… ninguno que yo sepa. Capaz yo estaba leyendo y…
-No, no. Él te prestó un libro. ¡Acordate!
-Gloria, te juro que no.
-Bueno, bueno. Igual yo respeto lo que cada uno hace con su vida…

Si hubiera volado un moscardón delante de mi nariz, me lo tragaba sin respirar. Juro por esssssta que pocas veces me han dejado perpleja tan impunemente.
Gloria no participa de la vulgaridad del chusmerío tan habitual en los grupos sociales. Ella es la auténtica chupasangre, una experta en el arte de arrancar información apelando a la sutileza, al yo-sé-todo-pero-no-puedo-hablar-no-insistas.
Cuando al fin logré cerrar la boca, arremetió como si nada:

-Yo sé de unas cuantas del coro que tuvieron un romance fugaz con el maestro. Ahora están todas viejas, pero hace años tenían lo suyo… Y como vos sos tan linda y joven, es obvio que te iba a tirar con toda la artillería.
-Pero no ¡no es así! No tiene oportunidad conmigo y debe saberlo.
-Mirá… en el mundo de los directores hay muy pocos que valen la pena, la mayoría son putos y los otros son aves de paso.
-El nuestro es un tipo raro…
-¡Pero claro! Y es un conquistador nato. Tiene mujeres acá y en todo el mundo, y todas le dan algo, una le presta la casa, la otra le compra ropa, otra lo lleva a pasear…
-Un zoológico.
-Algo así. Y vos ahora debés ser la figurita difícil.

Los ojos de Gloria, tan bellos como inquisitivos, destilaban malsana curiosidad.
¡Joder! Fue como si una topadora me hiciera pomada la espalda, justo antes de empezar el concierto.
En ese preciso instante, el maestro S arremetió como una tromba mirando de reojo, sin saludar. Gloria rió por lo bajo, como una bruja vieja con lunar de pelos en la nariz. Fue el segundo de distracción necesario para camuflarme entre la concurrencia y escapar de sus voraces colmillos.

Los bellos compases de Corelli inauguraron la velada. Luego Turini y Castello, cuerdas y continuo. Precioso, dulce y adormecedor. Pero la frutilla de la torta fue Fauré, “mi Fauré”, apasionante, tal como uno imaginaría la paz del descanso eterno.
Nos aplaudieron de pié, hubo bis y segundo bis, rosas rojas para nuestra adorable soprano y excesivo besuqueo con pintalabios.
Cuando me fui, el maestro S continuaba recibiendo las felicitaciones que detesta, fiel a su camisa arrugada, la cabellera indómita, cada vez más flaco y excéntrico. Definitivamente… no me va.
Gloria… pensá lo que quieras.

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