jueves, 20 de agosto de 2009

¡Ni las plumas! - Parte II

Se hacía tarde y no llegaba.
En la tele, la enésima repetición de Invasión Extraterrestre... pero ni Diana saboreando una tarántula viva lograba interesarnos.
Por las dudas, ni mencionamos al ganso delante de mamá, ella tampoco decía nada. Ya teníamos listo su habitat lacustre en un rincón del dormitorio, bajo la ventana.
A eso de las siete llegó Norma. Entró como una tromba arrastrando bolsas y paquetes, nos abrazó a todos sin dejar de reír y parlotear con su alegría acostumbrada. La rodeamos curiosos tratando de descubrir dónde escondía el ganso pero Norma, escurridiza como un ratón, se escabulló dentro de la cocina con mamá antes de que pudiéramos preguntar nada.

-¿Se habrá olvidado?
-No… Seguro lo tiene escondido.
-¿Pero dónde…? ¿En la cartera?
-¡Shhhhhhh! No me dejan escuchar…


El ruido de las cacerolas se mezclaba con las siempre frescas anécdotas del campo. Demasiado movimiento en la cocina para tratarse sólo de una charla de amigas… Cuando quisimos asomar la nariz, mamá nos espantó como moscas. “¡Vayan a jugar que estoy cocinando! ¡A ver si se queman acá!” Pero nos quedamos del otro lado de la puerta, con la oreja pegada a la cerradura, por si acaso.
Al rato llegó papá de trabajar y más tarde el tío. Del ganso, ni noticia.
Pusimos la mesa, nos lavamos las manos y esperamos la hora de comer. Pese a la angustiosa incertidumbre, el sabroso aroma de las papas asadas hacía crujir los estómagos.

-¡A la mesa! ¡Ya está la comida!
-Yo me siento al lado de Norma.
-¡No! ¡Yo!
-Vamos, vamos… Vayan pasando los platos.

El pollo se veía de lo más apetitoso, un poco grande tal vez… ¡Un pollo biónico!

Todos elogiamos a mamá y sus inigualables dotes culinarias. Comimos hasta el hartazgo y reímos con las historias de Norma, hasta que la conversación dio un giro inesperado cuando papá, limpiándose la boca con la servilleta, preguntó si nos había gustado el ganso.

-¿El ganso…? Pero…
-Ah… esteeee… no les dije nada porque capaz a los chicos les daba impresión.
-El ganso… ¿dónde está?
-¿Cómo dónde está? Denle las gracias a Norma que trajo un ganso fresquiiiiito fresquito, bien alimentado…

-Casi no entraba en el horno ¡qué gracioso! Estaba rico ¿no? ¿Les gustó?
-Qué lío para traerlo en el tren… ¡cómo pesaba! Te salió exquisito y las papas… ¡ni hablar!

Glup… Nos miramos con incredulidad y desconsuelo. De sólo recordar el fuentón y el pastito y la provisión de galletas para alimentar al pobrecito ganso… ¡Dios mío! Nos comimos a la mascota y papá seguía pidiendo otra porción… La sorpresa era pues un ganso asesinado, desnudo y degollado “¡al horno con papas!”
Cecilia se puso a llorar, era sin duda la más afectada. Y entonces hubo que explicar y mamá por poco estalla cuando le dijimos lo de la lagunita en el dormitorio.
A Norma le dio un ataque de risa que hubo que palmearle la espalda para que no se ahogara. Cuando recuperó el juicio, prometió llevarnos con ella la próxima vez y dijo que podríamos jugar con todos los gansos que quisiéramos, incluso llevar a las vacas a pastar y recolectar los huevos del gallinero.
Pero la pérdida de la mascota era demasiado reciente, los restos todavía humeaban en la asadera… y Norma, cada tanto, nos señalaba con el dedo y reía.

2 comentarios:

maga dijo...

Guacha eras grande en el 89!!! O esta mal el año? jejejeje Hoy te hacen el cuento del ganso y entras como un caballo....... no cambias mas, pendex.

Menta Ligera dijo...

Boba reboba!!!! No era taaaan grande y aparte hay una distancia abismal entre "niña" y "pendeja". Soy niña y espero serlo hasta el ultimo dia. Pendeja no, que quede claro.
Estoy pensando si podria adaptar el balcon para que viva una pareja de gansos, luego tendrian gansitos y seriamos una gran familia. Y despues, poco despues, el consorcio me regalaria una preciosa carta documento y chau granja.
Es asi, no se puede tener todo en la vida.