lunes, 31 de agosto de 2009

Enjoy the rain

Cuando iba a la colonia festejaba si llovía. Eso significaba que no podían obligarme a nadar, a saltar, a correr tras la pelota, ni perseguir a nadie en ningún juego idiota.
Lo mismo cuando íbamos a la casa de tía Emilia, pues entonces no tenía que rastrillar el parque en busca de algún hormiguero nuevo ni tirarme de cabeza en “lo hondo” como Evangelina que era la chica per-fec-ta.
Mi mayor deseo era esconderme en el vestidor de tía Emilia, donde decenas de vestidos de fiesta colgaban glamorosos e inaccesibles, orlados de piedras y lentejuelas que destellaban en la penumbra. Seda y terciopelo que acariciaba
con respeto casi religioso. Me gustaba oler las telas y probarme los zapatos de tacón. A la larga mamá me descubría in fraganti y había que poner pies en polvorosa, pero siempre había oportunidad de volver.
La lluvia trae, inevitablemente, más chances de ciudad, de encierro, de lectura, de películas, de mates con bizcochitos y siestas muy largas.
Me gusta la lluvia. En especial si es la excusa milagrosa para escapar de un bullicioso día de campo con deporte incluido. Pero, para algunos, esto último implica una excentricidad tan absurda que jamás me atrevería a formularlo en voz alta.
Me gusta. Me gusta mucho mucho la lluvia, me hace feliz. No tanto como… bueno, como “eso”. Pero, sí, un poco feliz.

2 comentarios:

Luciano dijo...

Venite a Irlanda, hace 3 semanas que no para de llover.
Me voy a ahorcar y vuelvo.
Ah, yo también me disfrazaba con los vesti...ah no, no, no, no dije nada eh. Me disfrazaba de Superman, eh.

Menta Ligera dijo...

3 semanas es mucho.. Pero aca un dia te tiras panza arriba a tomar sol en la plaza evitando deshidratarte con 35°C de sensacion termica y al siguiente, de nuevo el poncho y las galochas. La culpa la tienen Adan y Eva.