domingo, 2 de agosto de 2009

In angustiis

Cuando cumplí 16 sufrí un ataque de angustia que aún hoy me cuesta explicar. Sin causa aparente desperté esa mañana agonizando en un mar de confusiones, como si estuviera por acabarse el mundo o algo peor. Lloré el día entero, de a ratos encerrada en el baño o con la cabeza escondida en el placard de los sobretodos.
Me miraba al espejo lamentando los rulos no deseados de la permanente que seguían sin ceder a mis esfuerzos del alisado con placenta de tortuga y ruleros
térmicos. No había caso. Ningún chico se iba a fijar en mí en ese estado, pese a que ya empezaba a cambiar las plumas de patito feo, quizá más rápido de lo que yo misma esperaba.
Angustia adolescente. Inconciente, insalvable, frustrante.
Él me lo explicó una vez. Creo que fue en ocasión de esa charla que preparó con tanto esmero para un público precisamente adolescente. Me hubiera gustado estar ahí, me sentí tan orgullosa y, sin embargo, no sé si logré transmitirle toda mi profunda emoción y admiración.
Tampoco le conté mi experiencia de aquel día, un desolado día invernal, nublado y ventoso como pocos. No quise abrir los regalos ni atender las felicitaciones. Me sentía culpable, desprotegida, extraña en un cuerpo que se transformaba minuto a minuto.
La calma llegó tarde, al fin, cuando apoyé la cabeza en la almohada y el sueño secó las últimas lágrimas de ese día inexplicable.

1 comentario:

♋ Mariposa dijo...

un regalito para vos

http://www.youtube.com/watch?v=bxBtQQDFy90
besis