Los hombres son demasiado complicados para mí. Le voy a rezar a Odín para que me mande a una de sus Valquirias.. Sospecho que ella me hará más feliz.
Y ahí nomás, en plena avenida, me agarró la cabeza entre sus manos y cayó en trance. Empezó a cantar -o más bien balbucear- letanías ininteligibles y yo quería soltarme y escapar pero entonces me sostenía más fuerte y seguía recitando empecinada. “Le pego una patada en los tobillos y me voy corriendo”, pensé. Pero no pude, soy incapaz de cualquier violencia física, además está tan flaca la pobre que seguro la quiebro y me paso la noche en una guardia de hospital. De modo que me quedé muy quieta esperando que terminara la perorata y cada tanto emitía un tímido “Ommmm”, como para colaborar. Cuando al fin me soltó, su cara irradiaba tal felicidad que me dio miedo. “Está poseída por el demonio de la flor de loto y no sabe lo que hace…”
No logro dar con Madame Aliza. Necesito más poción de alcanfor para neutralizar la mala energía y los sahumerios de mirra y espiar un ratito dentro de la bola de cristal pero mi astróloga de confianza está desaparecida, renuente.
pero ella esquiva el bulto, quiere ascender por sus propios méritos, hacer carrera. En el fondo me da lástima, nadie le cree demasiado, se ríen de su reciente vocación y ella pretende no darse cuenta. Tarde o temprano volverá de capa caída a leer la buena ventura y su paso por la política será tan sólo una anécdota para las noches de tormenta.
Tengo que hacer una lista exhaustiva de por qué QUISE (o quisiera) IRME (o quedarme) de los lugares en que he vivido. 
cuando nadie me veía, giraba en círculos vertiginosos como la "Mujer Maravilla" hasta caer de cola al piso. Nunca sucedía nada, ni magia ni deseos cumplidos ni transformaciones en heroína superpoderosa con lolas divinas y piernas esculturales. Pero no por eso iba a dejar de insistir.
El domingo jugó Boca con Estudiantes. A falta de mejor programa o quizá porque necesito descargar la líbido en un gol de Palermo, me dejé empujar hasta la platea alta, muy alta, y quedé instalada al lado de Pocho, Corcho y Cacho, los habitués de la cuarta fila. Las banderas, los cantos de la 12 que retumban en el corazón, la lluvia de papelitos y el aplauso cerrado a Román... ¡la Bombonera era una fiesta de colores! Todavía no puedo alzar la voz, no me animo, asi que tarareé los fragmentos que conozco y aplaudí entusiasmada cuando entraron los jugadores. Claro que no pude ni suspirar cuando apareció "papi" Verón, so pena de que me lanzaran tribuna abajo Pocho y sus secuaces.