viernes, 1 de abril de 2011

Aire serrano

La pesca fue un desastre. Ni un pejerrey escuálido que echar a la parrilla y eso que llenamos las alforjas de lombrices, tripa de pollo, camarón y una pasta sospechosa a base de polenta y condimento para pizza. No querían salir y eso que les canté y les pedí “por favor”. Porque nada hay más abrumador que un día de pesca sin pesca… si hasta la biografía de María Antonieta se me hizo odiosa al cabo de dos horas y media de amarga espera en este lago espejado que es casi una postal.



Menos mal que sobró pollo del asado de anoche y… ahora pienso que podría convertir ese esponjoso pan de campo en unas sabrosas torrejas y… “¿te gusta el arroz con leche?” Ganaron las torrejas y, como estaba de humor, una exquisita tarta de ciruelas que horneé hasta que los vecinos tocaron la puerta atraídos por el aroma “delicioso” y se invitaron solos a tomar mate “toda la tarde”.

Ahora sé que me han traído hasta aquí para engordarme a base de cosas ricas. Humita, pastelitos, empanadas doradas en horno de barro, chivito, torta frita, salamines, queso de campo… a nada le digo que no. Es el aire de las sierras, sin duda. No hago más que comer y perder la vista en las montañas, recuperé peso y color y un poco, también, la voz. En este preciso instante, con un café humeante al lado de mis escritos, pienso en colaciones rebosantes de dulce de leche y pan con manteca, toneladas de pan con manteca y… ¡dulce de naranjas!



Me quedaría aquí para siempre, aquí es “seguro”, no pienso tanto, no sufro de más. El aire es puro, los saltamontes se enredan en mi pelo, bailo con las mariposas y tejo sueños bellos e imposibles. Aquí podría ser feliz.



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