domingo, 16 de septiembre de 2007

Lluvia, café y un amigo

Me pregunto cuándo cesará esta llovizna que nos cala los huesos…
Caminar por las calles húmedas de una Buenos Aires gris y opaca resulta poco gratificante, más aún si es sábado a la tarde y el maestro S amenaza con retomar la fuga fatal del Dixit que otra vez empieza a obsesionarme. Y por si fuera poco, dormí tres horas y arrastro el cansancio de la aburrida fiesta de quince que me dejó los pies doloridos y los oídos retumbando al son de una cumbia monótona y estruendosa.
Es tarde. El encuentro tan esperado se demoró más de lo previsto y aquí estamos ahora de gran charla, café calentito y tarta de manzanas de por medio... los tres. Qué dichosa soy al descubrir que no sólo te rodean gatos y hombres de la noche. Al fin conozco a un amigo auténtico, de esos que saben brindar el consejo apropiado en el momento preciso, que cuando hace falta ponen el hombro y te bancan, alguien culto, inteligente y simpático con quien da verdadero gusto conversar. Y que además adora a Chopin y ha rogado ser invitado al próximo concerto grosso del prestigioso coro al cual pertenezco. Un deseo que será cumplido.
Ah… pero el tiempo es tirano. Nos vamos corriendo, emponchados bajo esta llovizna persistente, a disfrutar de otro momento juntos. Y es tan lindo todo que ni me acuerdo del mate, mi ritual sagrado que ahora compartimos.

-¿En qué estás pensando?
-En nada…
-Dale, quiero saber.
-Pensaba que, en realidad, lo nuestro no es complemento de nada. Que el complemento es lo otro…

No hay comentarios.: