jueves, 18 de octubre de 2007

Be afraid, be very afraid

“If you look in the mirror and say his name five times, He'll appear behind you breathing down your neck”



Me mudé un domingo por la tarde.
Llevó casi un mes equipar el departamento con lo mínimo indispensable, incluyendo los platos de porcelana con florcitas rosas que mi tía insistió en regalarme, la tostadora que gané en el bingo de la parroquia y un cenicero con forma de águila de las estepas que al día siguiente fue a parar a la basura sin más miramientos.
Mi primer departamento… El sueño de vivir sola por fin se hacía realidad. Costó pero valió la pena. Hasta ese momento pensaba tan sólo en la felicidad de estrenar mi nueva vida, dormir a pata suelta en el flamante sommier que a mi papá le pareció sospechosamente grande, tomar mate en el balcón rodeada de plantas mirando el horizonte y organizar noches de brujas con mis amigas del alma sin horarios ni estorbos.
Pero cuando llegó el momento de la despedida, la última noche en familia, mi placard vacío y las valijas a reventar… entonces supe que no sería fácil. No quería llorar pero tenía un nudo en el estómago tan pero tan fuerte que me partía en dos.
Hice todo para prolongar el momento. Papá dijo “El domingo es el día más difícil cuando uno está solo” y casi sentí arrepentimiento. Pero no era cuestión de echarme atrás. Ya no.

-¿Te quedás un rato más? Alquilé una peli de terror.
-Y… bueno. Pero no me gustan mucho las de terror. Después tengo pesadillas…
-Quedate. Está buena.
-¿Cómo se llama…?
-Candyman.

No sé si mi hermanito adorado lo hizo adrede, quiero creer que no. Pero si me faltaba un regalito de despedida, éste vino con moño y todo. Por qué no me fui antes, Diosss… El tipo ese que se lo comen las abejas y después se le aparece a la gente que repite su nombre cinco veces delante del espejo y les clava el garfio en la garganta y… y… de pronto supe que esa noche no podría dormir… ¡Y que me expliquen para qué carajo puse un espejo justo delante de la cama! Tortura mental, insomnio y la tentación de hacer lo que no debo: Candyman, Candyman, Candym… y no puedo seguir, no quiero. Pasé toda la noche sin moverme de la cama, tapada hasta la nariz, atisbando con ojos agrandados de espanto la puerta del dormitorio que cerré con llave por si las moscas (o las abejas...) Y las horas que no pasan…
Me aterra la oscuridad. Siempre dejo la tele prendida para que me haga compañía, aunque sea bajita. Pero como todavía no había contratado el cable, esa noche escuché atentamente a Luisa Delfino hasta que dijo “Chau” y después quedó el piiiiip del final de transmisión y entonces el silencio. Y no pude dormir, simplemente no pude. Y tampoco pude la noche siguiente, ni la otra. A esa altura las ojeras me llegaban a las rodillas y hasta mi jefe empezó a preocuparse.
Felizmente Candyman nunca apareció y el cansancio ganó la partida. Al cabo de una semana logré sentirme “como en casa”, empezando a disfrutar aquellas cosas que conformaban mi pequeño universo de soltera sin apuro. Como desayunar en la cama, café bien calentito y una montaña interminable de tostadas con manteca, escuchando a Celeste, Fito y tal ve
z Serú con el volumen bien fuerte sin importar qué digan los vecinos… O comprar esa original lámpara psicodélica que todos miraban con mohín de disgusto pero que fue mi primer capricho y aquí está todavía, iluminando mis noches de tertulia frente al televisor. Y armar mi primer arbolito de Navidad… mío, para mí sola. Ah… cuántas cosas.
Hoy mi papá, que tiene un almanaque esculpido en la frente y más memoria que una manada de elefantes africanos, llamó para recordarme que la próxima semana se cumplen once años del día en que me fui de casa para vivir mi sueño. Me llenó de nostalgia… y juntos recordamos cada momento como si fuera ayer.

3 comentarios:

Luciano dijo...

Algo asi me paso a mi. Me fui a vivir solo a un lugar muy viejo y con sotano. Denoche me sentisa muy mal. Siemrpe tuve miedo a la oscuridad pero te juro que veia cosas. Despues aprendi que era yo el miedoso. Ahora si viene un fantasma y me dice "buuu" no le creo. Eso si, sigo mirando sobre el hombro, por las dudas.
Pero a que esta bueno.

Menta Ligera dijo...

Sí que está bueno. Y todavía me siguen sobresaltando los ruidos y las sombras. Por las dudas, nunca llegué a repetir el nombre del susodicho más de tres veces y miro los espejos con algún recelo.
Me pregunto como será vivir en esas casas victorianas que, según dicen, albergan fantasmas de otras épocas. Si me dieran a elegir, optaría por un fantasma músico que toque el piano a medianoche para hacerme dormir.

Luciano dijo...

BUeno, he estado en un par de casas vicotorianas en Dublin y no quisiera estar solo porque odio los pasillos largos y estrechos que van del baño a la sala. Siempre tengo esa sensacion de que hay alguien atras...y el pasillo no termina nunca y cuando llego tengo que poner cara de "que machito que soy, ja".
Y son frias.
Lo peor de irse a viri solo es esa actitud nunca confirmada de "yo sabia que ibas a volver con el caballo cansado".