sábado, 13 de octubre de 2007

¡Y se hizo la luz...!

Después de dar vueltas a la Filcar en todos los sentidos y sopesar los pro y los contra de mis escasos medios de locomoción, a punto de desistir de lo que me parecía la auténtica “excursión a los indios ranqueles” y quedarme encerrada en casa mirando por enésima vez alguna película pasada de moda mientras caía la tarde… decidí que bien podía hacer a un lado el mal humor, la tristeza y el aburrimiento y dar la vuelta al mundo para cantar, al menos por dos horas, con mi coro bienamado que esta vez decidió mudar el lugar de ensayo... ¡a una iglesia mormona!
Convengamos que el traslado resultó una gran molestia para todos, pero había una razón de peso: ¡no hay caso con el Dixit! No, señor. Y entonces el maestro S sugirió convocar a otro coro como forma de unir fuerzas ante la adversidad. El coro invitado resultó ser muy profesional pero están en el culo del mundo. Y nos tocó a nosotros encarar la gran travesía. Pero debo reconocer que valió la pena.
Al maestro S se lo veía entusiasmado, con la esperanza dibujada en el rostro. Y hubo abrazos y besos de bienvenida, aparte del café, tortas varias y sanguchitos que ya son ingredientes necesarios en los encuentros musicales de los sábados.
No del todo convencida, me senté al lado de una chica alta y grandota que ostentaba seguridad, o eso quise creer. Y no me equivoqué. Qué placer cantar al lado de alguien que tiene la partitura grabada a fuego en la garganta y canta hasta la última semicorchea con fuerza de huracán y sin pifiar la afinación… Glorious!
Y así fue que finalmente la luz del Spiritui Sancto brilló sobre mi cabeza y me injertó la fuga del Amén en el cerebro para que la recuerde por los siglos de los siglos
.


Dixit Dominus Domino meo:
Sede a dextris meis,
donec ponam inimicos tuos
scabellum pedum tuorum.

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