domingo, 5 de julio de 2009

Cuarentena

El comunicado oficial del maestro S reza: “Retomaremos los ensayos… no se sabe aún… según evolución de la enfermedad y su consecuente pánico…”
Sin ensayos, sin Fauré, no sé qué haré ahora para no morir de hastío. Porque ya decidí que la gripe no me dañará más de lo que estoy dispuesta a tolerar; dicho de otro modo, no creo que
al virus le agrade convivir conmigo, a lo sumo un toso-and-go, sin barbijo ni alcohol gelificado ni baños de lavandina concentrada.
Como “es preferible reír que llorar” y “la vida es corta” y bla bla bla… pasé por el video y revolví cielo y tierra hasta dar con el clásico que resume esta disparatada psicosis colectiva: OUTBREAK (Epidemia).
Pegué un manotazo a la última copia disponible ya que, al parecer, se ha convertido en un éxito de taquilla gracias a la pandemia. Y aquí estoy, apoltronada sobre una montaña de almohadones mullidos, con mi chocolatada espumosa y vainillas, muchas muuuuchas vainillas, observando atentamente como Hoffman y Russo, disfrazados de astronautas naranjas, intentan impedir una masacre insensata como único recurso para detener la propagación del virus.
Ahora sólo me falta releer a Preston -si es que todavía duerme en mi biblioteca- y hacer pública su visión apocalíptica sobre la extraña lógica de estos microorganismos.

"Los virus invaden la especie humana porque cada vez somos más
numerosos. En la naturaleza, cuando las poblaciones crecen en forma desmesurada y adquieren gran densidad suelen aparecer enfermedades víricas. De esa manera, la población disminuye. Es el mecanismo natural de control de la población. Ocurre con los roedores, con los insectos y hasta con las plantas. Y no hay razón para pensar que la raza humana esté exenta de las leyes de la naturaleza".
(THE HOT ZONE, Richard Preston)

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