
No es cuestión de tiempo ni lugar. Es tan simple como suena, así de natural y en absoluto premeditado.
Porque no importa cuántas cosas pueda compartir con alguien una hermosa tarde calurosa pre-primaveral, ni cuántas veces hagamos el amor, ni si comimos para el campeonato y nos contamos cosas graciosas y todo es tan maravillosamente armonioso... La sensación de necesidad, de tener que decir y hacer algo, de no poder posponerlo más... me agarra adentro del auto, aún cuando me hayan sobrado oportunidades y momentos y no sólo esa tarde, muchas tardes... No puedo evitarlo. Es así.
Es el momento obligado de reflexión donde todo gira en mi cabeza y guarrrrda si me bajo del auto sin resolverlo. No way. Vuelvo a subir, tomo coraje y lo digo. O hago. O lo que sea. Pero no puedo irme con el "que hubiera pasado si..."
Ni hablar si el auto desborda de música, esa música que me encanta y me llega al alma y me hace llorar. Las cosas se desencadenan más rápido y me siento vulnerable y un poco triste. Pero la tristeza es pasajera. No hay motivos para llorar si por fin encontré ese pedacito de felicidad que añoré durante tanto tiempo. Y ahora que lo tengo no quiero dejarlo escapar. Lo entendí adentro del auto. Y lo dije. Ya era hora.
Y estoy feliz de haberlo hecho. Aunque nunca más pueda pisar esa vereda sin recordar el momento, la música, vos y tus palabras. Y el auto, claro.
Pero para ser feliz no necesito autos importados, ni viajes costosos, ni mansiones espectaculares, ni fiestas de cumpleaños con 180 invitados para presentar en sociedad a la nueva novia del millonario del country de enfrente. Yo sé bien lo que necesito. Y creo que lo encontré.
2 comentarios:
Hoy estoy a full leyendote. Doy fe: las cosas importantes siempre se te dan en los autos. Pero la vez que te peleaste con cotur adentro del mercedes podrias haberte acordado que llovia a cantaros y esperar a que te dejara en la puerta de tu casa en lugar de bajarte en medio de la nada y venir a tocar el timbre llorando y empapada. Esta vez por lo menos que sea sin lluvia.
¿Si llueve igual puedo tocar el timbre? Ay Maga, que seria mi vida sin vos...
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