jueves, 1 de noviembre de 2007

Cuestión de ego

La autopista es un caos. Choques múltiples, embotellamientos… si me bajo y camino llego más rápido. Y sí, el mismo análisis de todos los días cuando ves que hasta no hace mucho tardabas una escasa media hora en hacer el mismo trayecto que hoy demanda el triple de tiempo. Cada vez hay más autos, no hay plata pero la gente compra autos. Autos caros… ¿Para qué…? Te das el gusto pero manejás con miedo, porque un autito importado se lleva todas las miradas, despierta interés y más de uno comentará, dejándose llevar por el despecho, “Mirá ese hijo de p… el auto que se compró, ese sí que levanta con la pala…” Y te fichan. Al final terminás manejando el auto de tus sueños dentro de las fronteras del country porque encima afuera la ruta está hecha percha, plagada de pozos sin fondo que se han tragado a los conductores más avezados, la banquina es una confusión de barro, yuyos y caca de perro y si salís de noche, rezá para que la luna te alumbre el camino o andá a buscar a los inadaptados que se roban los cables y nos dejan a oscuras.
Aún así, el country explota de 4x4 cada vez más voluminosas. Hasta la mucama maneja su camioneta para ir a la verdulería y volver cargada de tomates. A mi vecina de al lado, la antipática insufrible que se viste con lo último de la vidriera, le chocaron el autito la semana pasada. ¡Porque hasta las que no saben manejar quieren un cero kilómetro para romper las bolas y así les va!
Está el que compra por necesidad, por status, por darse el gusto, por capricho o por ánimo de competir con el que se pasea en su rodado exclusivísimo, el más caro y único en el país. Ese sí que debe cagar doblones de oro… Y para ponerse a la altura de las circunstancias hay que invertir en algo bueno, igual de exclusivo y costoso. Porque el auto habla del hombre y su masculinidad, de su poder, de su dinero, de su estilo… de su enoooorme ego. En definitiva, de eso se trata.
Yo sé de uno que anda rondando concesionarias con el orgullo herido queriendo cumplir el sueño del pibe. Y está “que sí… que no…” haciendo cuentas, lamentándose porque su lindo auto importado no es suficientemente ostentoso, o lo era hasta que comenzaron a verse cientos de “hermanitos” pululando por las rutas argentinas y ahora es uno del montón.
“¡Tengo que competir con el Millonario!” Esas fueron sus palabras, la verdad de la milanesa. ¡Y fue lo más estúpido que escuché en los últimos tiempos! Pero no hay que pedirle peras al olmo… Apesadumbrada compruebo una vez más que el hombre no se baja de su ego por miedo a quebrarse la columna.

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